hilaridad, acongojamiento y un tráfico horrible
El año
1964 fue muy importante para la poesia norteamericana: Robert
Lowell publica For
the Union Dead, John
Berryman 77 Dream Songs, y Denise
Levertov O Taste and See. Snapshots
of a Daughter-in-Law de Adrienne
Rich había aparecido el año previo y, en 1965, Ariel de Sylvia
Plath arrasaría. Todavia puedo recordar la exitación al leer por
primera vez el increíble texto con que abría Plath, “Lesbos” – “¡vicio en la
cocina!/las patatas chillan”—o esas líneas de Berryman, “Llenando su compacto y
delicioso cuerpo/con pollo a la paprika, ella me miró/ dos veces.” (Canto al
sueño N°4). En los seminarios de licenciatura pasabamos por un infierno para
entender la estructura simbolica detrás de la, aparentemente llana y cotidiana,
enunciación de estos textos. Después de todo, sin importar lo casual que sean los nuevos “cotidianos”,
los poetas en cuestión seguían adhiriéndose a cierto decoro poético, nos habían
adiestrado a entenderlo así: un poema como “Merrit Parkway” de Levertov, por
ejemplo, mantiene su vista en el objeto, registrando minuciosamente los
movimientos de los carros acelerando y la carga emocional de la imagen; incluso
en “For the union dead”, Lowell, se mueve paso a paso de una descripción
elegiaca de un “viejo acuario al sur de Boston” a la historia del regimiento
del coronel Shaw durante la Guerra Civil y a la conclusión de que, hoy en día,
“grandes autos se abren paso con la nariz como peces;/ un servilismo salvaje/
se desliza en el aceite”
Para
ese entonces nadie en mi cirulo inmediato había oído de otro volumen publicado
en 1964 – un pequeño libro azul y naranja, publicado en la colección Pocket
Poet Series de City Lights, llamado Lunch Poems. City Lights, la legendaria
librería de San Francisco, era conocida por haber publicado el Howl de Allen
Ginsberg en 1956, Gasoline (1958) de Gregory
Corso y el trabajo de Lawrence
Ferlinghetti (a esta fecha, el propietario de dicha
librería). Pero Frank O’Hara no
era exactamente un Beat, a pesar de que era muy amigo de Ginsberg y Corso. Lunch
Poems (como el anterior, Meditations in
an Emergency de O´Hara) se volvió rápidamente un libro de culto, además de un
favorito en la escena queer neoyorquina y de San Fransisco. Pero los críticos
más ortodoxos tenían reservas debido a lo que llamaban la frivolidad y trivialidad de O´Hara. En el New Statesman, Francis
Hope se refirió al “encanto como de cachorro” de O´Hara; en el The New
York Review of Books, Marius Bewley remarco que el poeta presentaba “largos
e invertebrados versos que podían ser amigables y alegres, como confeti de
papel crepe flotando frente a un ventilador eléctrico” e incluso el radical
poeta/critico Gilbert Sorrentino definió al mundo de O´Hara como de “torcida
elegancia y manierismo”, rápidamente añadiendo que “no se trata de mi mundo”.
En 1977, cuando publique Frank O´Hara: Poeta entre pintores, Thomas Byron
advirtió en el suplemento literario del Times que “el campeo victoriano tardío
de O´Hara” era el estilo de un intrigante pero “menor” poeta.
La
subestimación de O'Hara, como la subestimación de John
Ashbery a principios de los sesenta, es de por sí un fenómeno
que merece un estudio más extenso. La homofobia, consciente o inconsciente, fue
claramente una causa, incluso en el caso de Marius Bewley, en que el crítico mismo
era gay. Con el advenimiento del SIDA a principios de los años ochenta, la
contracorriente gano fuerza y, hoy, O'Hara y Ashbery están en el corazón de la
poesía canónica estadounidense, mucho más ahora que la Escuela de New York -
pasando ya por su tercera generación - se ha convertido en un elemento
destacado en la escena global de poesía.
Por
cierto que nada me había preparado para leer los Lunch Poems cincuenta años
después. Tanto de lo escrito en los sesenta ha envejecido mal; O´Hara,
especialmente en este libro, se ha mantenido curiosamente vigente.
Ferlinghetti, en su nota del editor para la edición del cincuenta aniversario,
señala que los textos “establecieron un cierto tono, una forma de pasar de
frase, una suerte de picardía urbana, a la vez gay y hetero, que identificaría
a los poetas de la escuela de New York de la década del 60 y la del 70”.
Quizás, pero en la siguiente frase añade que O´Hara “articuló una conciencia
que fue una sensibilidad única entre los poetas de todo el mundo.” A un lado
representativo – la voz de una comunidad en particular – y al otro único… ¿Cómo
funciona eso?
Podríamos
sacar algunas conclusiones en base a la correspondencia O´Hara-Ferlinghetti.
Primero que nada, notemos el humor autodespreciativo; en diciembre de 1959,
Frank, escribe en respuesta al pedido de Lawrence del manuscrito: “Yes suh” (N del T: el inglés callejero
suele escribirse reemplazando algunas palabras por un equivalente más fonético,
como y´all para you all – todos ustedes- o, en este caso, yes suh por yes sure-
sí, claro) la comida (lunch) está en la estufa y por dios espero que no
pienses que olvide poner el fuego bajo las hierbas. Incluso lo estoy
condimentando con algo de colesterol y hormonas, así viviremos todos para
siempre (o viviremos a pesar de la salud, como decía John Wieners).
En septiembre
25 de 1963, cuando el proyecto está listo para la imprenta:
Si vienes a New York llámame al canal
8-2522 o al museo y vente por un trago a mi nuevo departamento, que es una
enorme mejora en comparación al que viste la última vez (este es más grande y
frio).
¿No
debería decir más grande y cálido? ¿Más grande y mejor? No en el mundo de Frank
O´Hara.
El
humor va de la mano con inusual modestia. Le tomo cinco años a Frank poner el
manuscrito en orden, y aun entonces tuvo dudas. En la misma carta del 63,
citada antes: si tú o [Don Allen]
encuentran algo que no les gusta, preferiría que no se imprimiera. Lo único que
si va es Rhapsody y
Naphtha, que me gustan por razones personales. Y
luego: si no les gusta el conjunto
también pueden enviarlo todo de vuelta. Pienso… de cualquier forma, los revise
cuidadosamente aquí y pensé que debía enviárselos rápidamente antes de que
empezara a dudar de nuevo.
Más
tarde, cuando Ferlinghetti trabaja el manuscrito y, de hecho, envía algunos
textos de regreso, Frank escribe:
Estoy perfectamente de acuerdo con los que
regresaste, con excepción quizás de Personal Poem. Estoy enviándotelo adjunto
para que reconsideres, si estás de acuerdo. No estoy insistiendo en él y si lo
sigues encontrando débil por favor déjalo fuera, puede que esté siendo
sentimental y que esta sensación haya desaparecido completamente para cuando
haya aparecido el libro
Pocos
poetas respetan las decisiones de su editor: Frank acepta el título, a pesar de
que se pregunta si Lunch Poems no suena mucho a Reality Sandwiches de Ginsberg
o (Frank lo disimula) como Meat Science Essays de Michael
McClure. Frank se resiste a escribir su propia “palabrería”, como
él la llama, aunque al final si escribe algo como una “anti-palabrería” para la
contratapa:
A menudo, este poeta, pasea al resplandor
del ruidoso mediodía en Manhattan. Se
detiene para, en una Olivetti de exhibición, escribir treinta o cuarenta líneas de reflexiones o,
pensando más profundamente, para retirase a un oscuro almacén – o caseta de
bomberos- a perfilar su computada incomprensión
de las eternas preguntas de la vida, la convivencia y la profundidad, sin
olvidar nunca el almuerzo, su comida favorita....
No es
que O´Hara dude de su propia habilidad, pero si se rehúsa, ahí como en sus poemas,
a tomarse demasiado en serio. Ser importante es su pesadilla, consideren uno de
sus más famosos textos de Lunch poems: “Poema (¡Lana Turner ha colapsado!)”:
¡Lana
Turner ha colapsado!
Estaba
galopando ahí junto y de repente
empezó
a llover y a caer aguanieve
tu
dijiste que de hecho era granizo
pero el
granizo te golpea en la cabeza
muy
fuerte entonces solo es aguanieve
y
lluvia estaba demasiado apresurado
para
encontrarnos pero el trafico
actuaba
justo como los cielos
y de
repente veo un titular:
¡LANA
TURNER HA COLAPSADO!
No hay
aguanieve en Hollywood
No hay
lluvia alguna en California
He
asistido a un montón de fiestas
y
actuado de formas vergonzosas
pero
nunca he colapsado en ellas
Lana
Turner te amamos mejora pronto
El
poema se volvió famoso debido a las circunstancias de su composición: como Joe
LeSuer contó, O´Hara informo a su audiencia en el Wagner College de Staten
Island que había escrito “Lana Turner” en el ferry desde Manhattan. Robert
Lowell, con quien O´Hara leía esa noche, respondió con algo de sorna: “Bueno,
yo lamento no haber escrito nada en mi camino hacia aquí.” La historia ha
llegado a nosotros en versiones varias, pero con los años ha servido para
menospreciar por triviales y “deliberadamente artificiales” los Lunch Poems. Sin embargo, ¡Leer un poema
compuesto en el trayecto por ferry de Manhattan a Staten Island! Astuto, pero
sumamente sospechoso. Obviamente, ni “Crossing Brooklyn Ferry” de Whitman, ni The Bridge de Hart Crane — poemas fundacionales para Lowell tanto como para O’Hara — fueron compuestos de esa forma.
Sin
embargo, instantáneo o no, “Lana Turner” es, en mi opinión, un gran poema.
Primero que nada, porque tiene algo que Ezra Pound llamó “constatación de
hecho” – la gracia de la precisión. En
1962, Lana Turner, la glamorosa “Sweater girl” de los cuarenta y femme fatale
de noirs como The Postman Always Rings Twice era una estrella en decadencia; su carrera había sido severamente afectada
por su aventura con el mafioso Johnny Stompanato, asesinado en 1958 cuando la
hija de catorce años de Lana, Cheryl Crane, los encontró peleando y mato a Stompanato
con un cuchillo de cocina. Una escena como sacada de una película serie B.
El
titular de tabloide se ve, entonces, increíblemente absurdo, colapsado se vuelve un verbo
curiosamente vacío. Uno puede, después de todo, colapsar por un golpe de calor
o un ataque al corazón súbitamente. El anuncio más o menos ridículo se vuelve
una ocasión para que el poeta hable de una mañana estresante – y que lo haga
sorprendentemente inmediato al referirse a un “tu” sin nombre. “Galopar”, en la
segunda línea, es una elección muy rara – lo animales galopan, los humanos no –
que hace ver también raro al personaje que confronta la lluvia, nieve y posible
granizo: “tu dijiste que de hecho era granizo/pero el granizo te golpea en la
cabeza/ muy fuerte…” Los cortes y aliteraciones dan cuenta de un ritmo “desafinado.” La lluvia y el granizo son
malos por si solos, añádanle el trafico; Frank parece estar siempre tarde para
un almuerzo. Pero, así, y, y… vemos
que el “Yo” se exaspera más y más cuando – o sorpresa- ve el titular: “LANA
TURNER HA COLAPSADO!” Actúa como un catalizador, hace del mal clima algo
palpable. Después de todo “No hay aguanieve en Hollywood/ No hay lluvia alguna
en California” (o al menos no en sus postales). La lógica de estas frases es,
de nuevo, absurda, sugiriendo (como lo hacen) que si Lana Turner ha colapsado,
incluso en un buen clima, el poeta galopante en medio del aguanieve y el
granizo esta, de alguna forma, por encima de la fragilidad: “He asistido a un
montón de fiestas/ y actuado de formas vergonzosas/ pero nunca he colapsado en
ellas”. Quizás las cosas no son tan malas como pensábamos y, si es así, es
tiempo del acto de compasión: “Lana Turner te amamos mejora pronto”
Nada en
este poema de diecisiete líneas, con sus saltos entre versos casi sin espacio
para tomar aliento, capturando el tempo de la vida urbana en Manhattan, ha
envejecido. Lana Turner es aún una leyenda hollywoodense de la era dorada –
véase la revista de Calvin
Bedient nombrada
en su honor – y el momento cotidiano al que se alude, la forma en que un
estímulo externo puede súbitamente cambiar el humor, es tan real que aún
podemos verlo y empatizar. La magia esta en no
decir demasiado. La información es mantenida al mínimo – piensen como
hubiera afectado el texto incluir alguna alusión al caso Stompanato — y la generalización es evitada. Un poeta novato hubiera
escrito sobre lo que ha pensado del titular o pontificaría sobre la
superficialidad de Hollywood y el glamour. Quizá se hubiera ocupado de explicar
cómo y porque “actuó tan
perfectamente escandalosa”. ¿Un insulto? ¿Un amorío? ¿A alguien le importa?
O´Hara sabe que no debe meterse: su objetivo es una situación en la que
cualquiera puede identificarse. El poeta se ve a sí mismo como vagamente
ridículo, que galopa más que camina o corre y que es incapaz de identificar
granizo. Todo es muy absurdo mientras te va “rebelando” y, al mismo tiempo,
bastante eficaz en la relación que establece entre el afuera y el adentro,
tráfico en la tierra a trafico celeste en el clima, Hollywoood a la Manhattan
en la que se mueve O´Hara.
Casi todos los Lunch Poems son
comparables en cuanto a su ligereza, pero su aparentemente casual dicción e
inmediatez camuflan su cuidadosa construcción. Consideremos el texto que el
mismo O´Hara llamó, junto a Rhapsody, su favorito: Naphta, que data de 1959 –
el año milagroso de O´Hara en que
aparecieron: “The Day Lady Died,” “Personal Poem,” “Poem (Khrushchev is
coming on the right day!),” “Adieu to Norman, Bon
Jour to Joan and Jean-Paul,” y muchos otros textos maravillosos que
no estuvieron en Lunch Poems por una razón u otra, como “Joe´s Jacket” o “You
are gorgeous and I’m coming!”. “Naphtha” - el titulo refiere a un líquido inflamable de
hidrocarburos, muy similar a la gasolina – tiene una encantadora y loca
apertura:
Ah Jean
Dubuffet
Cuando
piensas en él
durante
su servicio militar en la Torre Eiffel
como meteorólogo
en 1922
descubres
lo maravilloso que es vivir
en el
siglo XX
En
1959, el MoMa, era anfitrión de una gran exhibición de Dubuffet, curada por el
augusto Peter Selz. Provoco sentimientos encontrados en O´Hara: parece que
entendió al instante que había algo muy extraño en el exitoso pintor. ¡Imagine
hacer su servicio militar como meteorólogo en la Torre Eiffel! Ese tipo de
absurdos le hacen exclamar “…lo maravilloso que es vivir/en el siglo XX”. Y
Dubuffet fue, realmente, insólito. En la Primera Guerra Mundial fue parte del cénacle
modernista que incluyo a Fernand Léger y Juan Gris. Pero en 1924 (después de
haber servido en la Torre Eiffel) abruptamente dejo la pintura y paso las
siguientes dos décadas como mercader de vinos. Cuando regreso a la pintura tras
la Segunda Guerra Mundial, volvió como el fundador del Art Brut o arte marginal. La línea treintaisiete de Naphta- “y Jean
Dubuffet pinta sus vacas” – se refiere justamente al trabajo “primitivista” expuesto en el MoMa: Cyclist
with Five Cows.
Arte
marginal: Dubuffet le dio a O´Hara la ocasión de considerar lo que significaba
realmente, en nuestro “maravilloso” siglo, ser un marginal; acaso por la
condición de Nativo Americano, como en la parte de absurdismo iroqués del
poema, o de músico compositor negro, como Duke Ellington, o de artista
avant-garde mujer (Sonia Delaunay) en un mundo de artistas hombres
conservadores o, finalmente, como un hombre gay, “hecho a imagen de un
camionero afeminado”. Pero – y esto es lo que hace al poema de O´Hara tan
único- el poeta se niega a hacerse la víctima: sus iroqueses (una referencia a
los trabajadores de construcción en Manhattan durante la época en que se
construyeron los grandes rascacielos, la mayoría de los cuales fueron captados
de una tribu Mohawk de la parte alta de New York famosa porque sus miembros “no
tenían miedo a las alturas”) son
presentados “fieros y de pies inamovibles”, casi figuras de Hollywood y no
trabajadores explotados, “con sus caballos/ y sus frágiles y oscuras/ espaldas”.
O´Hara lee la “parábola de la velocidad” – velocidad pregonada por la
vanguardia – como proveniente desde “atrás de los ojos de los indios”. Estos
iroqueses de fantasía, “desnudos como debe ser”, se consagran en la mitología
de la Torre Eiffel, el símbolo del nuevo siglo. O, de nuevo, quizás son los
“salvajes” de la Consagración de Primavera de Stravinsky, otra obra de la
vanguardia clásica.
¿Dónde
es que el círculo personal de O´Hara interviene? “Es la tradición de nuestra tribu/ el
engañar”, el cénacle del poeta tiene sus tribalismos, incluso mientras
“esperábamos convertirnos en parte del siglo”. Después de la Segunda Guerra,
New York reemplazo a Paris como capital del arte, incluso si “no hacemos mucho
nosotros/ fuera de coger y pensar/ al obsesionante Métro/ y a quien nunca se
apareció en él”. “Nosotros” sabemos que “no se puede hacer un sombrero de
metal/ y aun así usarlo”, pero “¿Quién usa sombreros?”. Un nuevo mundo mira
burlonamente a la heroica avant-garde. La vida, personal, sigue aconteciendo:
como te
sientes en el ancestral setiembre
yo como
un camión en una pista mojada
cómo
pudiste
si fuiste
hecho a imagen de un dios
yo no,
estoy
hecho a
imagen de un camionero afeminado
y Jean
Dubuffet pinta sus vacas
“con
ligereza que explota en tu memoria”
muy
aparte del amor (no lo digas)
estoy
avergonzado de mi propio siglo
por que
es tan entretenido
pero yo
tengo que sonreír.
El tono
es complejo. Es uno de esos momentos en los que el poeta admite estar roto –
resbalando sin control como un vehículo pesado sobre una carretera sin
tracción. Su amigo lo demuestra: “cómo pudiste/ si fuiste hecho a imagen de un
dios”. A primera vista, podríamos pensar que se refiere a un grado de
superioridad, que de quien se habla es similar a un dios. Pero “a imagen de
Dios” es parte de la teología judeocristiana, la condición común a todos. Lo
que parecía un halago se derrumba y lleva al “yo no, estoy/ hecho a imagen de
un camionero afeminado”.
Mejor reír
que llorar. Especialmente cuando Frank recuerda esos torpes dibujos de vacas.
Para Dubuffet, como exitoso exponente del art brut con su cruda pintura
reduccionista, un escritor sofisticado era el que producía comentarios de
catálogo como el del MoMa: “con ligereza que explota en tu memoria”. Es la
contradicción entre ser un outsider autoproclamado
y cómodo burgués al mismo tiempo la que hace de Dubuffet – y por extensión “mi
siglo” – tan “entretenidos”. Dubuffet jugando al chiquillo inocente. De alguna
forma tengo que sonreír.
El
humor de “Naphta” es complejo y delicado, no siendo el único recurso la disparidad
entre el modernismo francés y el americano, entre los rascacielos americanos y
la Torre Eiffel, el “primitivismo” de Dubuffet y lo “primitivo” de los
iroqueses, el “obsesionante Métro” famoso por películas como Zazie dans le
métro (alguien siempre es olvidado) y el “camión en una pista mojada.” Pero tan sutil
es la relación entre el presente y el pasado, de poeta americano/curador de un
pintor francés, que, gentilmente satírico como el poema, Dubuffet tomo “toda
esa cháchara” como un cumplido. “La cosa más genial que me ha pasado
recientemente”, escribió O´Hara a John Ashbery en febrero del 61:
… Big Table [donde Naphta fue originalmente
publicado] me ha valido un sobre que me llego el otro día: había un dibujo de
Dubuffet. Está en tinta india, dibujado con plumilla… la cara de un hombre con
algo escrito alrededor que llena todo el espacio vacío – “Salut Frank O´Hara …
de Paris ... le jour de
Noël 1960 ... à vous ... un bon jour ... d’un ami ... j’ai lu le poème ... dans Big Table ... bonne année ... Jean Dubuffet.”
No hay
duda de que Dubuffet aprecio la “sonrisa” con la que Naphta concluye. Pero,
¿Por qué el poeta esta avergonzado de su siglo por ser tan entretenido? Uno
esperaría que él se enorgulleciera o valorara su capacidad de entretenimiento.
Pero O´Hara nunca opta por la respuesta simple. A través de Naphta las
referencias han sido a la violencia – a la Primera Guerra, a la naturaleza
“fiera y de pies inamovibles” del pueblo iroqués (cuyas espaldas han sido
trabajadas hasta hacerse “fragiles”), de la necesidad de robar sombreros y,
evidentemente, del abuso que lo hace sentirse “como un camión en una pista
mojada”. Encontrar a un siglo tan “entretenido” requiere disciplina. Y, por
supuesto, una sonrisa
Siempre
recuerdo esas líneas a mis amigos, saboreando la mezcla de humor y pathos que
me ha legado la genialidad de Frank O´Hara. Cuando, en el poema que precede a
Naphta, leo la extraordinaria exclamación “¡Khrushchev viene en un buen día!”,
siendo un buen día para el malhumorado que alude al dictador soviético por - no
hay mejor razón- que Frank está enamorado y pasa que es un hermoso día con algo
de viento en New York, yo siempre sonrió. El arco sentimental esta tan
perfectamente prestado, O'Hara está totalmente libre de pretensiones y su
encantador y pequeño libro está lleno de esos momentos - momentos tan cercanos
hoy, en 2015, como lo eran hace cincuenta años. Seguramente, Lunch Poems es un
clásico del siglo xx. Es decir que todos los viejos tabús poéticos - la
autenticidad, la sinceridad, la inmediatez, la voz - pueden estar volviendo a
perseguirnos. Y tengo que sonreír.
Publicado
originalmente: Enero 5th, 2015
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